Robert Louis Stevenson -nacido el 13 de noviembre de 1850- fue novelista, poeta y ensayista escocés, conocido fundamentalmente por sus fabulosas historias de aventuras, como la inolvidable historia de piratas La isla del tesoro, la fantástica El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde o la histórica ambientada en la Guerra de las dos Rosas, La flecha negra.
En el aniversario de su nacimiento, quiero recordar uno de sus cuentos, El diablo en la botella, donde aparece una famosa paradoja de la predicción.
Keawe, el protagonista de este cuento, compra una asombrosa botella a un anciano: en este recipiente vive un demonio capaz de conceder cualquier deseo, excepto el de alargar la vida.
La persona que compre esta botella tendrá al diablo a su disposición, todo lo que la persona desee: amor, fama, dinero, casas como ésta e incluso una ciudad como San Francisco, todo, absolutamente todo, será suyo con sólo pedirlo. Napoleón fue dueño de esta botella, y gracias a ella llegó a ser el rey del mundo; pero la vendió al final, y ésa fue la causa de su fracaso… Porque una vez vendida la botella, desaparecen el poder y la protección; y, a no ser que un hombre esté contento con lo que tiene, acaba por sucederle alguna desgracia.
Pero el dueño de la botella debe venderla antes de morir o irá al infierno, y debe venderla por una cantidad menor a la que la pagó, debiendo advertir a su nuevo dueño siempre la situación a la que se enfrentará si la compra.
Hay una cosa que el Diablo no puede hacer: prolongar la vida; y no será honrado ocultarle a Usted que la botella tiene un inconveniente: si un hombre muere antes de venderla, arderá para siempre en el infierno. […] Hace mucho tiempo, cuando el demonio la trajo a la tierra, era extraordinariamente cara, y fue el Preste Juan el primero que la compró por muchos millones de dólares; pero únicamente puede ser vendida si se pierde dinero en ello. Si se vende por la misma cantidad que se ha pagado por ella, vuelve al anterior dueño como lo haría una paloma mensajera. Por eso el precio ha ido bajando de siglo en siglo y ahora la botella resulta realmente barata.
Keawe compra la botella, hereda una gran fortuna y la vende; se casa con una mujer a la que adora, y al descubrir que ella está enferma de lepra, decide volver a comprarla para salvar a su amada, a pesar de la suerte que le espera.
– ¿Cómo? – exclamó Keawe – ¿dos centavos? Entonces usted sólo puede venderla por uno. Y el que la compre… Keawe no pudo terminar la frase. El que comprara la botella no podrá venderla nunca, y la botella y el diablo se quedarán con él hasta su muerte, y cuando muriera será llevado a las llamas del infierno.
No os preocupeis, la historia tiene un final feliz… os invito a leerla para ver como se libra el protagonista de la maldición.
¿Cuál es la paradoja que encierra esta historia? Pensemos un poco… teniendo en cuenta las condiciones de compra de esta singular botella, está claro que no adquiriríamos la botella por 1 centavo, porque entonces no podríamos venderla a un precio inferior. Tampoco la compraríamos por 2 centavos porque nadie querría comprarla después por 1 centavo, por el mismo motivo. Tampoco daríamos 3 centavos por ella, pues la persona a la que tendríamos que vendérsela por 2 centavos no la podría vender por 1. El mismo razonamiento puede aplicarse al precio de 4 centavos, de 5 centavos, de 6, de 7, etc. La inducción matemática, demuestra concluyentemente que no la deberíamos comprar por ninguna cantidad. Sin embargo, es casi seguro que la compraríamos -la historia está ambientada en San Francisco- por 1.000 dólares. ¿En qué punto se vuelve convincente el razonamiento que desaconseja comprarla?
Interesante relato.
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El novelista Robert Louis Stevenson (1850-1894) nació un 13 de noviembre
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