Las aves migran por muy buenas razones, pues solo así se explica que lo hagan. Migrar supone afrontar un gran reto. Desde el punto de vista físico, una migración suele suponer un desgaste enorme. Muchas aves no se alimentan durante la migración; hasta que no llegan a su destino no comen. Dendroica striata, de nombre común reinita rayada, recorre en promedio unos 3.000 km durante la migración, lo que supone que llega a volar durante 88 h de forma ininterrumpida; pues bien, su sistema digestivo se atrofia durante el viaje y no se recupera hasta unos días después de haber llegado a su destino. Está claro que desgastes tales conllevan una reducción significativa en el potencial reproductor de las especies que incurren en ellos.
Pero hay costes mayores, pues muchas aves no superan los rigores del viaje y mueren. Un ejemplo muy claro de migración arriesgada es la que realizan las aves que lo hacen sobrevolando el desierto del Sahara. La distancia más corta para cruzar el desierto es de 1.500 km y es muy arriesgado sobrevolarlo, por su dureza, por la bajísima probabilidad de encontrar presas y por el alto riesgo de deshidratación. No solo es un lugar seco e inhóspito, sino que además no son infrecuentes las tormentas de arena. Los pájaros que atraviesan el Sahara suelen volar de noche y descansar de día. Sin embargo, las aves de presa viajan principalmente de día, lo que hace el viaje más difícil.
Un estudio reciente ha hecho uso de la telemetría por satélite para rastrear el vuelo de un conjunto de individuos de diferentes especies de aves de presa en sus migraciones a través de ese gran desierto. Y los resultados del estudio han sido elocuentes. Las especies estudiadas fueron el águila pescadora, el halcón abejero, el aguilucho lagunero y el alcotán. El estudio analizó la distancia recorrida (1.607 km), duración del viaje (6’5 días) y velocidad (269 km/día) de 90 migraciones realizadas por 43 individuos de esas cuatro especies (los valores son medias).
Los registros obtenidos durante el estudio muestran que algunas aves se encontraron con serias dificultades, dificultades que provocaron cambios repentinos en la dirección de vuelo y avance muy lento. Dados los lugares en los que se produjeron los comportamientos anómalos, parecían deberse a condiciones meteorológicas adversas, como vientos fuertes de cara o tormentas de arena. En seis ocasiones se observó que aves que habían iniciado la migración dieron la vuelta; cuando eso ocurrió en la primavera, las aves que incurrieron en esos comportamientos vieron reducido de manera significativa su éxito reproductivo, muy probablemente por haberse retrasado mucho en su llegada a las zonas de cría.
En el estudio también se registraron los casos en los que las aves morían durante la travesía. En las especies estudiadas en este trabajo, las tasas anuales de mortalidad son de entre un 50 y un 60% para los ejemplares de primer año, y de entre un 15 y un 30% para los adultos. Y a la vista de los datos aportados en este estudio, se puede estimar que en torno a la mitad de la mortalidad de los ejemplares de primer año corresponde a la que ocurre durante la migración.
Así pues, la migración a través del Sahara reduce muy significativamente el potencial reproductor de las aves de presa que la realizan. Lo reduce a través de la alta mortalidad que provoca, sobre todo en los ejemplares más jóvenes, pero también a causa de los retrasos que a veces se producen debidos a las adversas condiciones meteorológicas con las que se encuentran. Por todo ello, las ventajas que, en contrapartida, reporta la migración han de ser muy importantes, tanto como para compensar los notorios efectos negativos que surte.
Fuente: Roine Strandberg, Raymond H. G. Klaassen, Mikael Hake y Thomas Alerstam (2010): “How hazardous is the Sahara Desert crossing for migratory birds? Indications from satellite tracking of raptors.” Biology Letters 6: 297–300 (doi:10.1098/rsbl.2009.0785)