Thomas Jefferson (1743-1826) –el tercer presidente de los Estados Unidos– ideó en 1795 un sistema de cifrado que consistía en un cilindro formado por 36 discos de madera que giraban alrededor de un eje metálico. En el borde de cada disco se imprimían las 26 letras del alfabeto –dispuestas en diferentes órdenes– de forma que, al girarlos, se podía componer el mensaje en cualquier línea.
Tras ‘redactar’ el mensaje, se elegía cualquier otra línea del cilindro, y se enviaba al destinatario.