La escuela de Malvadia era un lugar terrible regido por la más severa e inmisericorde disciplina. Los profesores, inflexibles militares retirados, habían servido bajo las órdenes de Bonaparte, Wellington, o el mismísimo Zar de Rusia. No era de extrañar, pues, su caracter furibundo y el férreo vigor de la instrucción. El profesor de Matemática Gótica, por exponer un ejemplo de los más suaves, impartía las clases a lomos de un soberbio corcel negro que había pisoteado ejércitos enteros en San Petersburgo y Waterloo. Y ni aunque me lo suplicarais os contaría los métodos de la profesora de Gimnasia Medieval.
Jack Mircala, Descenso a Esquela, El Patito Editorial, 2012