Radiografiando el arte

Oskar González

Cuando Wilhelm Röntgen empezó sus experimentos con el tubo catódico a finales del s. XIX no podía imaginar que su trabajo iba a revolucionar de inmediato varios campos de la ciencia, especialmente de la medicina. Al igual que ha sucedido con otros grandes descubrimientos de la humanidad el azar jugó un papel crucial en este caso.

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Röntgen estaba estudiando el comportamiento de los rayos catódicos cuando, al cubrir la fuente de radiación con papel negro y dejar la habitación a oscuras, observó que un material fluorescente colocado en otro punto de la habitación se iluminaba. El genial científico alemán inmediatamente comprendió que esto solo podía ser debido a que ciertos rayos eran capaces de traspasar el papel y activar el material fluorescente. De este modo, dada la naturaleza desconocida de esta radiación, la bautizó como rayos X y se lanzó a estudiar sus aplicaciones. Pronto vio que los rayos X eran capaces de traspasar ciertos materiales en mayor medida que otros; así, mientras que podían atravesar el tejido humano, los huesos y los metales mostraban mayor opacidad. Gracias a esta observación pudo realizar la primera radiografía de la historia, la de la mano de su mujer Bertha.

Por su gran labor en el estudio de los rayos X Röntgen fue merecedor del primer premio Nobel de Física en 1901. La invención de la radiografía supuso un extraordinario avance en el diagnóstico médico ya que las estructuras internas del cuerpo humano se hacían accesibles sin necesidad de intervenciones quirúrgicas. En cualquier caso, la aplicación de la radiografía no se limitó solo al uso médico, también supuso un gran avance para el estudio de objetos inanimados como pueden ser piezas de ingeniería o, como en el caso que nos ocupa, obras de arte.

¿Cómo funciona la radiografía de obras de arte?

Al igual que las ondas de radio o la luz visible, los rayos X son ondas electromagnéticas. La diferencia es que su longitud de onda es mucho menor (es decir, son más energéticos) y pueden atravesar la materia con mayor facilidad. La radiografía consiste precisamente en tomar una fotografía de la medida en la que los rayos X atraviesan los diferentes elementos químicos de un objeto. Para ello se usa una fuente de rayos X que emita la radiación necesaria para estudiar el objeto en cuestión y una placa fotográfica que mida la radiación que ha atravesado el objeto. Esta placa está formada por ciertos compuestos químicos (haluros de plata) que, al entrar en contacto con los rayos X, se oscurecen. Por eso, en una radiografía médica las zonas donde más inciden los rayos X se ven más oscuras que en las que menos inciden (las que cubren los huesos). La capacidad de los rayos X de atravesar la materia vendrá condicionada por la energía de los propios rayos y, por supuesto, por las propiedades y la densidad del material que se quiera analizar. De este modo, cuanto mayor sea el peso atómico del elemento, habrá un número mayor de electrones que interactúen y atenúen la radiación impidiendo que esta traspase el material. Por eso los rayos X pueden atravesar la piel formada por material orgánico de alto contenido en elementos de bajo peso molecular como el carbono, pero son absorbidos en mayor medida por los huesos ricos en calcio.

Al igual que sucede con el cuerpo humano, una obra de arte está compuesta por un gran número de compuestos que absorberán los rayos X en mayor o menor medida. Así, la piel de la obra de arte sería el barniz aplicado para protegerla de los agentes externos que, también en este caso, será atravesada con facilidad por los rayos X, ya que está formada por resinas y aceites orgánicos. Los pigmentos usados para crear la obra interactuarán con los rayos X de diferente manera dependiendo de su origen. Los pigmentos inorgánicos que contienen metales pesados como el plomo (albayalde) o el mercurio (bermellón) absorberán en gran medida la radiación dejando una característica “mancha” blanca en la radiografía. Otros pigmentos con compuestos menos pesados atenuarán la radiación en función de su densidad y su composición, de modo que se podrán ver las diferentes “capas” que forman la obra. Gracias a la radiografía de una obra de arte podemos por lo tanto obtener valiosísima información sobre estado de la obra, sobre la técnica artística del pintor y sobre la composición subyacente o arreglos que se hayan ido realizando a lo largo del proceso creativo. En los últimos años esta técnica ha servido para la atribución correcta de ciertas obras, la identificación de fraudes y para conocer mejor el proceso que siguió el artista en su creación. Veamos a continuación algunos de los casos más llamativos:

Los rayos X llegan a los tribunales

La Belle Ferronniére que hoy en día es atribuida a Leonardo da Vinci protagonizó uno de los juicios más populares y sensacionalistas de los años 20 en Estados Unidos. En plena burbuja de la industria del arte un matrimonio de Kansas declaró tener la copia original de la obra gracias a una herencia recibida por la mujer, Andrea Hahn, de origen francés. Sin ni siquiera ver la obra, uno de los más poderosos tratantes de arte de la época, Sir Joseph Duveen, declaró que la obra era falsa, lo que le costó una demanda por parte del matrimonio Hahn ya que la afirmación de Duveen imposibilitaba la venta del cuadro. El juicio fue un acontecimiento para la época y se expuso la obra de los Hahn junto al supuesto original del Louvre para que los mayores expertos pudiesen examinarlos.

Imagen 1. “La Belle Ferronniére” atribuida a Leonardo da Vinci (1495-99, 63×45 cm) y la del matrimonio Hahn (antes de 1750, 55×44 cm). Fuente: Brewer, John (2005) Art and Science: A Da Vinci Detective Story.

“La Belle Ferronniére” atribuida a Leonardo da Vinci (1495-99, 63×45 cm) y la del matrimonio Hahn (antes de 1750, 55×44 cm). Fuente: Brewer, John (2005) Art and Science: A Da Vinci Detective Story.

Pese a que la gran mayoría declararon que el cuadro original era el del Louvre, Sir Duveen perdió el pleito ya que la altanería de los expertos que basaban su opinión en sus impresiones sin apoyarse en evidencias científicas no convenció al jurado americano cuyos miembros no tenían conocimiento alguno de arte. Paradójicamente, se había realizado una radiografía de la obra del Louvre que mostraba numerosas modificaciones en el proceso de composición (pentimenti) que evidenciaban su originalidad. De todos modos, el hecho de que la técnica todavía no estuviese suficientemente avanzada y que el propio Duveen no confiase en los métodos científicos supuso que no se le diese importancia durante el juicio. Hoy en día se considera que la obra del matrimonio Hahn es una copia francesa más tardía mientras que la obra del Louvre se le atribuye a Leonardo o a uno de sus alumnos. En cualquier caso, este juicio supuso un antes y un después en la autentificación de obras de arte ya que por primera vez los expertos tuvieron a su alcance rigurosas pruebas científicas.

Dos cuadros de Van Gogh en un solo lienzo

La autenticidad del cuadro Naturaleza muerta floral con amapolas y rosas estaba en entredicho desde que el museo Kröller-Müller holandés lo añadiese a su la colección en 1974. De hecho, el cuadro fue considerado como anónimo en 2003 tras un profundo estudio ya que había varios indicios como el excesivo tamaño del lienzo, la posición de la firma y el abultado grosor de la capa pictórica impropios del estilo de Vicent van Gogh. Pero una vez más los avances científicos permitieron esclarecer la verdad: en 2012, gracias a una innovadora técnica de rayos X, se obtuvo una imagen extraordinaria de una pintura subyacente.

Naturaleza muerta floral con amapolas y rosas de Vincent van Gogh (1886-87, 99×79 cm) y una radiografía de la misma obra con un giro de 90⁰. Fuente: van der Loeff (2012).

Este dibujo oculto muestra a dos hombres semidesnudos peleando, lo que concuerda con una carta que Van Gogh escribió a su hermano Theo a principios de 1886, en la que le cuenta que se había pintado el torso desnudo de dos luchadores. Precisamente, la imagen que se puede observar gracias a los rayos X. En aquella época el pintor holandés se encontraba en Amberes realizando un curso y en la escuela se usaban lienzos del tamaño de la obra (100x80cm) lo que justifica que ésta sea mayor que otras del artista. Reutilizar lienzos era una costumbre bastante extendida en la época y este es el motivo de que Van Gogh emplease un trazo más grueso en esta obra, especialmente en el fondo, ya que tenía que cubrir la imagen anterior. Esta práctica nos impide disfrutar de grandes obras de arte, pero al menos, la radiografía nos permite rescatarlas sin que se pierdan en el olvido. Quién sabe cuántas obras aguardan ser descubiertas en los cuadros que cuelgan en las paredes de casas y museos de todo el mundo.

Vida y muerte en el mismo cuadro

El cuadro La vie (1903) de Picasso es un claro ejemplo del complejo entramado que se puede encontrar bajo una obra preparada para observarse en dos dimensiones. Este óleo nos muestra una pareja de amantes en lo que se ha interpretado como una complejísima alegoría al amor profano o a un simbólico ciclo de la vida.

“La vie” de Pablo Picasso (1903, 196×129 cm) y una radiografía de la misma obra. Fuente: The Cleveland Museum of Art.

“La vie” de Pablo Picasso (1903, 196×129 cm) y una radiografía de la misma obra. Fuente: The Cleveland Museum of Art.

El amante es Carlos Casagemas, compañero de juventud de Picasso que, tras un desengaño amoroso y un intento fallido de asesinar a Germaine (la amante), se suicidó. La muerte de este amigo impactó terriblemente a Picasso que se sumió en el conocido como periodo azul durante el cual realizó varias obras en su honor, entre ellas la que nos ocupa. Pero tras esta imagen superficial, de por sí abierta a múltiples interpretaciones, se esconde un trasfondo muchísimo más profundo. El propio artista mencionó en una célebre conversación con el fotógrafo Brassaï que “…no basta con conocer las obras de un artista. También hay que saber cuándo las hizo, por qué, cómo y en qué circunstancias”. Pues bien, el examen científico ha demostrado ser de gran utilidad en esta misión.

La radiografía realizada en 1978 en el museo de arte de Cleveland donde se encuentra el cuadro mostró un dibujo previo muy diferente al final y numerosos pentimenti. Se puede ver como originalmente Picasso se autorretrató en el amante y como un extraño hombre-pájaro vuela hacia la mujer, que representa la maternidad. Quizás, arrepentido por un posterior romance que Picasso tuvo con la propia Germaine, el pintor decidió volver a juntar a su amigo con su antigua amante y eliminó la connotación sexual debido a la impotencia de Casagemas, motivo también por el cual es representado con un taparrabos en la obra final. Pero esto es ya terreno de la especulación. Lo que sabemos a ciencia cierta gracias a los rayos X es que toda esta composición fue pintada encima de otra obra anterior expuesta por un jovencísimo Picasso en la Exposición Universal de Paris en 1900. En la parte inferior de la radiografía se puede observar una lámpara realizada con algún pigmento que absorbe una gran cantidad de radiación. Gracias a esta observación y girando la obra 90 grados en el sentido contrario a las agujas del reloj se puede intuir una composición que encaja con un boceto y con la descripción de contemporáneos de la obra Últimos Momentos cuya localización era desconocida. Así, además de descubrir el proceso creativo de la obra, la radiografía permitió localizar una obra que se creía perdida. No deja de ser paradójico que Picasso pintase La vida sobre una obra de temática mortuoria que le había unido a su amigo Casagemas en el viaje a París.

Referencias:

-oOo-

El artículo Radiografiando el arte de Óskar González (Departamento de Química Analítica , ZTF-FCT) se publicó en el blog Cuaderno de Cultura Científica el 9 de noviembre de 2015.

Agradecemos a la Cátedra de Cultura Científica el permitirnos su reproducción en ZTFNews.

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