Eduardo Angulo
Hace no muchos años un catedrático de Ecología dejó escrito que “dicho de otro modo y telegráficamente: sin el libro de Rachel Carson, hoy seguramente no existiría Greenpeace”. Si esto es así, quizá no haya persona más respetada y, a la vez, más desconocida en nuestro entorno que Rachel Carson y su libro Primavera silenciosa. En cambio, en Estados Unidos se considera que este libro es uno de los más notorios del siglo XX y de los que más han influido en su cultura, su sociedad y su política. A menudo comparado con La cabaña del Tío Tom, que proporcionó un sólido apoyo social al abolicionismo, Primavera silenciosa contribuyó a un nuevo conocimiento del lugar que ocupa la especie humana en el mundo y a promover políticas y conductas para preservar el ambiente. Fue Rachel Carson la que ayudó, con su libro y su testimonio, a la creación, años después de su muerte, de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, la conocida EPA, a controlar el uso del DDT y de otros pesticidas, a la celebración del Día de la Tierra, a las leyes que se dictaron en muchos países del planeta sobre pesticidas, insecticidas, fungicidas, rodenticidas y productos similares y, en fin, al desarrollo del movimiento filosófico y político que hoy llamamos ecologismo. Veamos, brevemente, que hizo Rachel Carson para merecer una declaración tan tajante de aquel catedrático de Ecología.