Tratemos pues de conservar la salud, de no tener prejuicios, de tener pasiones, de hacer que contribuyan a nuestra felicidad, de sustituir nuestras pasiones por inclinaciones, de conservar celosamente nuestras ilusiones, de ser virtuosos, de no arrepentirnos jamás, de alejar de nosotros esas ideas tristes y de no permitir nunca a nuestro corazón que conserve una chispa de inclinación por alguien cuya inclinación disminuye y que nos deja de amar. Algún día tendremos que renunciar al amor, a medida que vayamos envejeciendo, y en ese día dejará de hacernos felices. En fin, pensemos en cultivar la inclinación hacia el estudio, una inclinación que hace que nuestra felicidad dependa únicamente de nosotros mismos. Preservemos la ambición y, sobre todo, sepamos bien lo que queremos ser; decidamos el camino que queremos tomar para pasar nuestra vida y tratemos de sembrarlo de flores.
Con esta cita del Discurso sobre la felicidad de la matemática Émilie du Châtelet terminaba ¿Son raras las mujeres de talento?, adaptación de la obra Les femmes de génie sont rares ? de Anne Rougée, estrenada el 8 de marzo se 2013 en la ZTF-FCT y producida por el Máster en Artes y Ciencias del Espectáculo de la UPV/EHU.