La frase del título se atribuye a Napoleón, y se refiere en ella al geómetra Gaspard Monge, que falleció un 28 de julio.
Durante la campaña de Italia de 1796 -en la que se encarga de realizar un inventario de las riquezas de ese país- conoce a Napoleón Bonaparte y participa en 1798 en la expedición a Egipto -junto a Jean-Baptiste Fourier y Étienne-Louis Malus– donde se convierte en uno de los confidentes del general.