Un 8 de junio de 1997, un trágico accidente acabó con la vida de la química Karen Wetterhahn (1948-1997): expuesta de manera accidental a unas pocas gotas del compuesto orgánico dimetilmercurio, los guantes protectores de la época no consiguieron evitar los efectos mortales que se desarrollaron meses después del incidente.
Después de que se descubriera este envenenamiento por mercurio, se probaron varios guantes de seguridad contra el dimetilmercurio y se vió que atravesaba la mayoría de ellos en segundos, mucho más rápido de lo esperado. Gracias a este hallazgo, hoy en día se recomienda el uso de guantes laminados de plástico, flexibles y resistentes a sustancias peligrosas.