La frase que un científico suele pronunciar cuando está a punto de descubrir algo interesante es «¡coño, qué raro!» y no «Eureka!» como algunos podrían pensar. El progreso científico ha estado jalonado de situaciones en las que los investigadores se han enfrentado a descubrimientos inesperados. Así, en el otoño de 1985, después de una semana de intenso trabajo, Robert Curl, Harold Kroto y Richard Smalley hicieron el descubrimiento completamente imprevisto, que les llevó a la conclusión de que el carbono elemental también puede existir en forma de esferas muy estables. Denominaron a estas esferas de carbono «fullerenos«. Estos compuestos se forman cuando el grafito se evapora en una atmósfera inerte y, normalmente, contienen entre 60 y 80 átomos de carbono. El descubrimiento de los fullerenos es un claro ejemplo de cómo resultados inesperados y fascinantes se pueden obtener cuando colaboran científicos de diferentes áreas.

Fotografía de Juan M. Gutiérrez-Zorrilla
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