El filósofo y biólogo Jean Edmond Cyrus Rostand (1894-1977) –hijo del dramaturgo Edmond Rostand y de la poeta Rosemonde Gérard– nació un 30 de octubre.
La frase que da título a esta entrada esta extraída de su Pensées d’un biologiste.
Investigó sobre el origen de la vida, la biología de los batracios, la partenogénesis, el efecto de la temperatura sobre los huevos y la herencia.
Dividió su tiempo entre la investigación científica y la producción literaria (ensayos filosóficos). También publicó textos de divulgación en biología, recibiendo en 1959 el Premio Kalinga.