Los animales ectotermos son aquellos cuyo calor corporal depende principalmente del calor que le proporciona el entorno. La actividad metabólica de los animales ectotermos depende de la temperatura, en cierto grado al menos. Es cierto que algunos disponen de mecanismos compensatorios, mediante los cuales pueden hacer que el gasto metabólico se independice, total o parcialmente, de la temperatura ambiental en un rango térmico determinado. Pero esa capacidad no es universal.
Los animales ectotermos disfrutan de una gran ventaja con respecto a los endotermos y es que a ellos les sale mucho más barato vivir. Porque lo de ser endotermo es terriblemente caro. Pero que el metabolismo dependa de la temperatura tiene sus desventajas también. Si hace demasiado frío, un ectotermo ve limitada su capacidad para moverse o desarrollar cualquier otra actividad, incluida la alimenticia. Y si sube la temperatura, gasta demasiada energía, porque a mayor actividad metabólica corresponde un mayor gasto. Tanto una cosa (menor actividad), como la otra (mayor gasto) pueden tener consecuencias negativas para su balance energético, y por ello, para sus posibilidades de crecer y reproducirse.
Hay animales ectotermos para los que la dependencia térmica del metabolismo puede generar problemas adicionales. Esto es lo que les pasa a los cocodrilos (Crocodylus johnstoni), y quizás a otros ectotermos que, como ellos, también se sumergen para cazar. Los cocodrilos, al sumergirse, han de hacer uso de las reservas de oxígeno (pulmones y pigmentos respiratorios) con las que cuentan y si las agotan mientras bucean, han de recurrir a la activación de las vías anaerobias del metabolismo. En el caso de los vertebrados, la vía anaerobia es la glucolisis, con conversión del piruvato en lactato. Es una vía ineficiente pero muy rápida, por lo que puede venirle bien a los reptiles que se sumergen si se les agota el oxígeno. El problema es que ese lactato ha de ser regenerado, bien convirtiéndolo en piruvato de nuevo, o bien utilizándolo para sintetizar glucógeno. Y para eso hace falta que puedan volver a respirar oxígeno, o sea, salir al exterior y, durante un tiempo al menos, no sumergirse.
Pues bien, resulta que los cocodrilos no tienen demasiado problema en invierno, pero quizás sí lo tengan en verano. Durante el verano, la temperatura corporal es 5 ºC superior a la del invierno. Las inmersiones en las que se emplea la mayor parte del tiempo durante el que los cocodrilos están sumergidos duran, en promedio, 15 min menos en verano que en invierno. Además, si las inmersiones estivales se prolongan más allá de los 40 min, el tiempo que han de permanecer sin sumergirse tras una inmersión aumenta de forma exponencial con el aumento de la duración del buceo. Muy probablemente, esa espera fuera del agua antes de la siguiente inmersión es necesaria para restaurar el nivel de oxígeno en los sistemas de almacenamiento y para retirar de las células musculares y de la sangre el lactato que se ha producido durante el buceo prolongado. En las inmersiones breves no hay problema, porque seguramente no llega a ser necesario el concurso de la vía anaerobia, pero en las prolongadas, cuanto más largas son, más lactato se acumula y, en consecuencia, más tiempo se necesita después para su reciclaje.
En invierno, aunque son más frecuentes las inmersiones de larga duración, no se alargan los tiempos en que permanecen los cocodrilos sin bucear. La razón más probable es que al ser menor la actividad metabólica por efecto de la temperatura (5 ºC inferior), no llega a producirse acumulación significativa de lactato en el músculo, por lo que no existe necesidad de reutilizarlo.
Todas estas cuestiones tienen evidentes implicaciones ecológicas, ya que la relación entre el metabolismo y la temperatura condiciona aspectos importantes de la biología de esta especie. Son aspectos que tienen que ver con la captura de presas y la obtención de alimento, ya que la inmersión tiene como objeto atrapar animales para comer. Por ello, también pueden tener implicaciones en lo relativo a las condiciones para su superviviencia y para el éxito en términos reproductivos.
Referencia: Hamish A. Campbell, Ross G. Dwyer, Matthew Gordos y Craig E. Franklin (2010): “Diving through the thermal window: implications for a warming world”. Proc. R. Soc. B (publicación electrónica temprana) (doi: 10.1098/rspb.2010.0902)