Un experimento imaginario del siglo XIX se ha convertido en un procedimiento factible para alcanzar temperaturas extremedamente bajas.
Por Mark G. Raizen (Universidad de Texas en Austin) y Gonzalo Muga (UPV-EHU).
Mientras usted lee estas palabras, las moléculas del aire vuelan a su alrededor a 3000 kilómetros por hora, más rápidas que una bala. Entre tanto, los átomos y las moléculas de su cuerpo se agitan, vibran y chocan entre sí. Nada en la naturaleza permanece jamás en completo reposo. Cuanto más rápido se mueve un cuerpo, más energía posee. La energía colectiva de átomos y moléculas se corresponde con lo que llamamos calor, y como tal lo percibimos.

El cero absoluto
Aunque la inmovilidad total —el estado que se corresponde con el cero absoluto de temperatura— resulta físicamente inalcanzable, los científicos se han aproximado cada vez más a dicho límite. En tales condiciones extremas, los efectos cuánticos comienzan a manifestarse y aparecen nuevos e inusuales estados de la materia (…)
Para leer el artículo completo, haga click aquí.